Blogia
das Mystische 2.1

Efectos terapéuticos

Efectos terapéuticos Francis Bacon, Crucifixion, 1965.

***

Lo único que se le puede pedir a la investigación, si es que en verdad esperamos de ella una función terapéutica, es la cura irrecusable de todas las variantes conceptuales de la imitación, la exclusión (por prescripción facultativa) del tumor degenerativo de la mimesis y de la copia.

Y decía que debía guardarme de renunciar a mí mismo por completo –escribe Thomas Bernhard en Corrección-, porque alguien que no piensa ya por sí mismo sus propios pensamientos sino con otro pensamiento que domina y admira, o que no admira sino que, compulsivamente, domina, corre continuamente el peligro de matarse, de quitarse la existencia, a causa de ese pensamiento continuo de otro en lugar del propio.

Éste sería, sin duda, un comienzo más que aceptable para una cura futura, definitiva; si no fuera porque, cada mañana, frente al espejo, uno escucha de sí mismo la vieja y gastada letanía: tus dudas, hermano, son mis dudas; tus contradicciones son mis contradicciones; tus paradojas son mis paradojas.

***

Mis deberes, a los mandos de la máquina, van más allá de mí mismo y de mi única mirada subjetiva. Al otro lado, lejos de la feria de las ideas, alguien observa con perplejidad cómo se cruzan los caminos, cómo se comparten soledades, cómo, a pesar de la distancia infinita, también es posible el calor humano. Las deudas contraídas a través de la historia (la frontera de Portbou, las cenizas de Auschwitz) no nos redimen sin faltas del absurdo, pero entrelazan en silencio las distintas figuras del absurdo. La continuación llama a diario a la continuación, la conexión equivale a la conexión, la metáfora de la metamorfosis se justifica con ello. Todo el sentido que se le quiera dar a la búsqueda, a la investigación, se revela finalmente en una misteriosa línea quebrada, en una dirección de correo, en un gesto humano; puede ser tan sencillo como abrir una ventana tecnológica y no morir de frío en el intento, no perecer bajo los efectos del temido cambio climático. La pretensión humana, entonces, se eleva sobre un mapa de arrogancia; el fuego de la ansiedad sólo se apaga con lluvia de magia exacta. Al fin y al cabo (y de eso tratan estas líneas), un hombre busca a otro hombre siempre, en todo momento. A veces (pero éste no es el caso), sólo se busca a sí mismo, a su propia mirada subjetiva; otras, en cambio, debe compartir su soledad con cierta figura del absurdo.

***

Que esta brevedad me recompense por tanta palabra maltratada.

Cuando me aburro –escupe Bernhard- o cuando, por alguna razón, atravieso un período trágico, abro un libro mío y eso es lo que más me hace reír... se trata de un programa cómico filosófico que de algún modo inauguré hace veinte años, cuando empecé a escribir.

Mi médico de cabecera (un hombre gris) nunca me habría recomendado una terapia tan eficaz.

Que la risa (o lo que quede de la risa después de este diario) me justifique al menos la pérdida de tiempo.

Por cierto: hace un día de perros.

***

Que la experiencia estética era esto, que el arte, sin duda alguna, era esto, es algo que se intuye al comienzo de la investigación, en las primeras horas de travesía, pero que acaba olvidado sin remedio con las postreras (y dudosas) tentativas; que se acaba perdiendo sepultado, vencido, invisible e ignorado, bajo capas y capas de inmundicia.

Escribe Samuel Beckett:

Se ha hecho lo imposible para que elija. Para que tome partido, para que acepte a priori, para que rechace a priori, para que deje de mirar, para que deje de existir, delante de una cosa que simplemente habría podido amar, o encontrar fea, sin saber por qué.

En algunas ocasiones, la investigación consigue el efecto contrario al deseado. En el fondo, ese sin saber por qué era todo, y no queda más, ahora, que recobrar lo perdido.

0 comentarios